La tecnología ha hecho posible el nacimiento de la formación colaborativa: todos los participantes son hoy motores, facilitadores y aprendices


Durante las últimas décadas ha cambiado el enfoque de la formación en dos aspectos fundamentales: por un lado, el aprendizaje ya no termina cuando la persona consigue acabar sus estudios universitarios o cuando logra un puesto de trabajo. La formación le va a acompañar a lo largo de prácticamente toda su vida laboral. Por otro lado, los estudios y las encuestas ponen de manifiesto que sólo las personas que reciban y acrediten una formación de calidad serán más competitivas en un mercado laboral global cada vez más exigente. Estos dos factores han provocado el desarrollo de la teleformación, una modalidad formativa con un componente tecnológico que permite dar mayor valor al producto y a los servicios —con mayores posibilidades de diferenciación entre los distintos proveedores—.Portadaonline

Son muchas las posibilidades que ofrece la teleformación en relación con la formación presencial: mientras que en la formación presencial el énfasis se pone en el contenido, la transmisión y la recepción, en el caso de la enseñanza en modalidad online la metodología es mucho más abierta, con el alumno como casi único protagonista de la adquisición de conocimiento, lo que convierte el papel del tutor en el de un mentor que acompaña al alumno en un proceso de aprendizaje en el que éste es el principal responsable. En esta línea, el papel de profesor es el de un facilitador, un dinamizador, es el encargado de gestionar la diversidad de alumnos en un contexto en el que el que no participa, no existe.

Asimismo, la irrupción de la tecnología en la formación ha permitido que también se modifiquen los roles tradicionales. La llegada de la web semántica o 3.0 provocará que de haber un productor y un consumidor se pasará a un escenario en el que estos roles pueden ser compartidos por todos los participantes, que son a la vez motores, facilitadores y aprendices. Al final, de lo que se trata es de hacer una formación sobre el hacer y el saber hacer, en tanto en cuanto, se trabaja bajo la premisa de que aprendemos el 90% de las cosas que hacemos. Por ello, en la teleformación se fomenta la interactividad, la motivación, el refuerzo positivo y el aprender haciendo, frente a la tendencia tradicional de formación unidireccional. En este sentido, los tutores de teleformación no solo trabajan para formar, sino que insisten en ayudar y facilitar para aprender, en animar para pasar del aprender al hacer y en explicar cómo se debería hacer o cómo se puede mejorar. Y si hay un elemento clave en la formación en la modalidad online es la transparencia del proceso: tanto el alumno como el profesor son ‘de cristal’ gracias a un completo sistema de informes y de seguimiento en tiempo real.

Con todas estas mimbres, es evidente el auge de la teleformación: según el informe ‘El Mercado Global del e-learning’, de OBS School, en 2015, la enseñanza online duplicará su volumen de negocio, superando los 100.000 millones de dólares. Si continúa esta progresión, en 2019, cerca del 50% de las clases en los centros de educación superior se impartirán en modalidad de teleformación.